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Mostrando entradas de agosto, 2009

Regresando del altiplano

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Esta tarde de Agosto el calor ha sido intenso. Ya casi no queda nadie en la ciudad-dormitorio y aquí cualquier cosa resulta penosa, incluso comprar un sobre se ha convertido en una odisea. En medio de este sopor, la vida en la oficina de agrimensores me ha parecido incluso más claustrofóbica de lo normal y me ha venido de nuevo a la memoria el viaje a Chile. Hice esta foto regresando del altiplano, donde pasamos un día especialmente intenso el Dr. Garat y yo. Tratamos de llegar en coche a unas lagunas que están a más de 4000 metros de altitud, y nuestra intención era esperar a que oscureciera para poder fotografiar el reflejo de las estrellas en sus aguas. Pero no pudimos ni tan siquiera alcanzar las lagunas. A esa altitud y en invierno, todos los planes hay que hacerlos contando con la aprobación de la naturaleza. Y al regresar me di cuenta de que a veces las cosas que perseguimos con tanto afan resultan ser mucho menos importantes de lo que parecían. - Pero ya no estoy en la oficina,

Teología-ficción: El joven Dios y su primer universo

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Foto: Atarceder en el salar de Atacama, con rayo de luz que no es de orígen divino si no físico. Esto tan solo es Teología-Ficción, pero según se dice, cuando el joven Dios tan solo contaba con unos eones de vida, y por tanto no era más que un niño, en cierta ocasión fue tan grande su aburrimiento que decidió crear un mundo y poblarlo de habitantes. Le salió perfecto, pero al poco tiempo de haberlo creado decidió que algunos detalles no le gustaban y que lo encontraba tedioso. Entonces, como un niño que desmonta su juguete preferido, hizo que en ocasiones la lluvia cayera hacia arriba, desde los lagos hasta el cielo, y que las piedras a veces levantaran el vuelo en llamas para convertirse en estrellas fugaces. Las setas más sabrosas resultaban ser tóxicas, pero solamente cuando a El se le antojaba. Los planetas describían extrañas trayectorias en el cielo, completamente impredecibles, y la forma de las constelaciones variaba día a día. La propia mecánica del amor y de la vida era errát

El cielo más extraño del mundo

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Salí buscando el mejor cielo de la tierra , pero encontré el más extraño. Y no piensen que exagero si les digo que aquella noche, en el Valle de la Luna (Atacama), la noche se pobló de fenómenos extraordinarios, bellísimos y aterradores al mismo tiempo. Júpiter, que es la enorme luz blanca a la derecha, parecía querer apoderarse de toda la noche. Júpiter no es solamente un planeta, es casi una estrella que no se encendió. De haber sido algo más grande, en su interior se hubieran dado las condiciones para que empezara una reacción nuclear y ahora en las noches de verano tendríamos otro sol. Todo hubiera sido diferente y lo más probable es que no existiéramos nosotros: tan delgada es la línea por la que avanza nuestra especie. Pero esa noche brillaba entre las nubes, enorme y celoso, como si realmente fuera una estrella con luz propia. No era ese el principal prodigio, ni tampoco la Vía Láctea, ni la brillante estrella Arturus (a la izquierda). Yo compuse la foto prescindiendo de esas nu

El alivio de Prometeo

Como justo castigo por haber robado el fuego a los Dioses, Prometeo fue encadenado a una roca y dejado a merced de un águila blanca que cada día le devoraba el hígado. Por la noche, el hígado volvía a crecer y a la mañana siguiente Prometeo sufría de nuevo el mismo tormento. Pero yo creo que, a pesar de ser un héroe, en cierta ocasión no pudo soportar más el horrible dolor del águila desgarrándole el vientre y pidió a Zeus que le aliviara. Y el padre Zeus se compadeció de él: a la mañana siguiente mandó dos águilas, una blanca y la otra negra. Como siempre, la blanca le devoró el hígado. Y además, la negra le reventó los ojos a picotazos. Por la noche todos los órganos dañados se regeneraron. Prometeo se sintió verdaderamente aliviado al ver aparecer de nuevo, con las primeras luces del alba, su familiar águila blanca solitaria. --- Me marcho unos días a un lugar casi perfectamente durandiano sin conexión a internet y a duras penas telefonía, televisión, etc. He ido a Telefónica, esa

El enigma de Polaris Australis

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El cielo al sur de la Laguna Verde, cerca de Valparaiso, con algo de contaminación luminosa pero mejor que casi en cualquier lugar de España. La vida en las ciudades, donde por la noche el cielo es anaranjado e insípido (especialmente si tiene que competir con la telebasura), nos ha privado de la visión de las estrellas. Pero hasta hace unas pocas décadas, casi todo el mundo sabía decir la hora (aproximadamente) mirando la posición de las estrellas respecto de la Polar. La estrella Polar, que es fácilmente visible incluso en las ciudades , señala el Norte con una precisión tan buena que parece un regalo que Dios hubiera hecho a los hombres. Aunque hace unos siglos, la estrella Polar no estaba exactamente en el norte (debido al cambio de orientación periódico del eje de la Tierra), los navegantes sabían orientarse perfectamente en la noche observando otras estrellas cercanas en la Osa Menor. Ahora bien, ¿qué les ocurrió a los primeros occidentales que navegaron por el hemisferio Sur, d

Como proteger nuestras fotos

Después de haber pasado unos días atribulado con fallos de hardware y virus, como por suerte no he perdido nada más que el tiempo, quisiera dedicar una entrada a explicar como protejo mis fotos. No me considero un experto, pero reconocerán que a los expertos informáticos no hay quien les entienda. Hoy por hoy todo el mundo tiene fotos digitales con recuerdos valiosos, como las de los niños recién nacidos, de modo que es importante tomar algunas medidas para asegurar que esos datos no se pierdan. Los discos duros, sean de la marca que sean, son como las personas: tarde o temprano dejan de moverse y se llevan todos sus recuerdos a la tumba. La única cuestión es cuando va a ser, ¿antes o después de tener una copia?. Si alguien piensa que un Mac o un ordenador Linux le va asegura que las fotos de sus hijos o nietos no se van a perder, pues lo siento mucho pero se equivoca. Allá voy: -Yo considero que los ordenadores, a diferencia de los datos que almacenan, son un producto perecedero. Se